El teletrabajo puede suponer un ahorro energético, pero ojo al bolsillo de los empleados: “No nos pagan los gastos”Laura Olíasel agosto 8, 2022 a las 8:32 pm

El Gobierno ha recomendado el teletrabajo como una medida de ahorro energético. Este puede reducir consumos de manera agregada, sobre todo por los desplazamientos en coche, pero un reciente estudio emplaza a evaluar bien su implantación para constatar si existe realmente esa merma en el uso de energías, ya que depende de numerosos factores. En España, hay un elemento añadido a tener en cuenta para que la medida no perjudique a los más vulnerables. El teletrabajo es muy reciente, aterrizó en muchos casos con la pandemia de manera improvisada y enfrenta todavía importantes deberes pendientes. Por ejemplo, que muchas empresas no pagan los gastos derivados a los trabajadores aunque lo exige la ley.

La responsable en resucitar el teletrabajo, tras el impulso durante la pandemia, ha sido la vicepresidenta tercera y responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Aunque no está incluido en el decreto de medidas de ahorro, Ribera recuperó el trabajo a distancia como una recomendación para el conjunto de administraciones públicas y las «grandes empresas» ante la actual crisis energética derivada de la guerra en Ucrania.

«Un teletrabajo que nos permita concentrar los horarios, la presencia, ahorrar en desplazamientos, en el consumo térmico de los edificios», afirmó la ministra.

¿Es el teletrabajo realmente una opción ‘verde’? es el título y la pregunta que analiza un estudio de Eurofound publicado en junio. La respuesta de la investigadora, Martina Bisello, es que «sí, potencialmente», pero advierte de que es un tema «complejo» que requiere ser abordado en cada caso.

Como apunta la IEA (Agencia Internacional de Energía) en unas recomendaciones de marzo, el resultado de ahorro energético es claro en aquellas situaciones en las que haya muchos desplazamientos de los trabajadores en coche por el uso del petróleo. Sobre todo, si los trayectos son largos, como ocurre a menudo en las grandes ciudades. Pero tal vez no lo sea tanto en empresas situadas municipios más pequeños o en zonas rurales cuando los trabajadores vivan cerca y acudan al trabajo andando. O si la plantilla en cuestión acude en transporte público al trabajo.

También hay otros elementos a tener en cuenta, como el aumento del consumo energético de los hogares de los empleados. «En verano, las oficinas tienen una mayor demanda de energía en comparación con los hogares, de media», en los casos en que es necesaria la refrigeración, recoge el estudio. «En cambio, la calefacción en invierno es más eficiente en los edificios de oficinas debido a los sistemas centralizados y a la proximidad de los empleados».

Además, el informe recuerda que es probable que los empleados acudan a la oficina de vez en cuando, por lo que los centros de trabajo puede que continúen abiertos. La gestión energética de las oficinas en esas modalidades de trabajo híbrido (desde casa y en la oficina) es otra de las cuestiones a tener en cuenta para concluir si el teletrabajo en una determinada empresa es más sostenible energéticamente o no.

Por ejemplo, si la compañía agrupa a trabajadores en espacios más pequeños o en determinados días, reduciendo sus consumos energéticos o si los mantiene pese a que algunas personas estén trabajando desde sus casas. Por ello, la publicación concluye que el teletrabajo es una medida ‘verde’, «pero sólo si se apoya en medidas específicas», como «promover el uso flexible del espacio en las oficinas para evitar la calefacción, la refrigeración o la iluminación de zonas vacías o poco utilizadas», entre otras.

Al hablar del «ahorro» del teletrabajo, puede que algunos empleados no vieran ese descuento dada su experiencia. Es el caso de Carmen (nombre ficticio), una administrativa que vive en la Comunidad de Madrid y acude andando al trabajo. Trabaja desde casa dos o tres días a la semana porque están sin aire acondicionado en la oficina. «Sudamos lo que no está escrito», dice, así que la compañía les ha permitido teletrabajar en verano. Eso sí, sin ninguna compensación económica.

«No nos pagan nada de gastos», responde Carmen. Asume que el teletrabajo le cuesta dinero por el uso del aire acondicionado en su domicilio, que no tendría si estuviera esas horas en la oficina, pero dadas las altas temperaturas en Madrid no se plantea otra opción. Dado que teletrabaja más del 30% de la jornada, la ley obliga a que la empresa compense los gastos derivados del desarrollo de su actividad. En su centro de trabajo, explica Carmen, «el jefe no quiere que nadie teletrabaje», por lo que la medida se interpreta casi como «un favor» y la plantilla no se atreve a exigir el abono de las compensaciones.

La experiencia de Carmen no es aislada. Los sindicatos alertan de que la compensación obligatoria de los gastos en muchos casos no se está cumpliendo, sobre todo en empresas de menor tamaño. También en otras más grandes, como las de contact center, una situación que ha llevado a los sindicatos a la movilización por no pagar «ni un euro» el teletrabajo a una plantilla, la mayoría compuesta por mujeres y con muchas jornadas parciales, que dejan un salario medio de «800 euros».

«Hasta finales de julio, había 43 acuerdos laborales en toda España que regulaban teletrabajo y solo el 6% regulan los costes asociados», subraya José Varela, responsable de Digitalización de UGT, pese a que los términos de la compensación económica quedaba muy pendiente de la negociación colectiva en la ley de teletrabajo.

Carlos Gutiérrez, secretario de Estudios y Formación sindical de CCOO, destaca como elemento clave la existencia de representación legal de los trabajadores. «Donde no la hay, hay más abusos, la arbitrariedad de los empresarios es más elevada. Si hay representación sindical, se garantizan más los derechos de los trabajadores y, en caso de que las empresas no cumplan, hay más movilización», sostiene.

Ante la nueva recomendación del Ejecutivo, cabe pensar si el teletrabajo volverá a crecer en España. El trabajo a distancia era anecdótico en el país antes de la pandemia, con un 4% de los ocupados desarrollando su actividad laboral desde casa habitualmente antes de la pandemia. Pero la COVID lo multiplicó como medida para frenar los contagios. Según la EPA, llegó a teletrabajar frecuentemente en torno al 16% de los trabajadores. Ese número ha ido descendiendo y ha ganado terreno el teletrabajo «ocasional» frente al más habitual de «más de la mitad de los días de la semana», como ilustra el siguiente gráfico.

Uno de los motivos de este paso a un teletrabajo más ocasional puede hallarse en la propia legislación del trabajo a distancia, opina Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. «Se desincentiva un teletrabajo superior a ese 30%, más de un día y medio, porque es la barrera para tener que pagar medios», considera la economista, que cree que una compensación proporcional al tiempo de trabajo a distancia habría eliminado esa «barrera».

Así le ha ocurrido a Susana (nombre ficticio), cuya compañía limitó el teletrabajo a un día a la semana tras permitir más jornadas durante la pandemia. «Creemos que es para no pagarnos nada por los gastos. En la pandemia no lo hicieron porque decían que la ley no lo obligaba. Después, nos redujeron el teletrabajo solo a un día», explica a este medio. En su caso, la medida sí supondría un ahorro en estos momentos de precios energéticos disparados. «Tengo un trayecto largo en coche, así que lo que me ahorraría en gasolina creo que me compensa por lo que gastaría en la luz del aire y el ordenador», calcula.

Aunque para muchos otros trabajadores desempeñar sus puestos desde casa no es una opción. «Creo que se olvida, pero no todos nos podemos permitir que las condiciones de nuestras casas sean idóneas para trabajar», explica Esther, una joven que vive sola y no puede permitirse pagar un aire acondicionado en su casa. Los últimos datos de pobreza de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, de 2021, anotó un máximo en la serie histórica de pobreza energética, con un 14,3% de la población en hogares que no pueden mantener una temperatura adecuada en casa. Esto era antes del bucle de precios disparados de este 2022.

«Mi piso es una sauna con estas temperaturas», apunta Esther, una situación que no alivia ni con ventilador, por lo que ha decidido ir a la oficina todos los días este verano aunque tiene la opción de teletrabajar. ¿Y si la mandaran a casa como medida de ahorro energético? «Ahora mismo no tengo presupuesto para ponerme aire acondicionado ni de broma. Intentaría ir a la oficina y, si no me dejaran, iría a casa de mis padres o de algún amigo a trabajar, porque en mi piso no se puede estar», valora.

Carlos Gutiérrez (CCOO) señala que las empresas que quieran impulsar el teletrabajo deben recordar que la medida debe ser «voluntaria», como recoge la ley, y «siempre deben valorarse los riesgos laborales» que enfrentarán las plantillas. Desde el calor extremo a otros riesgos psicosociales, como el aislamiento o la excesiva conectividad fuera de horarios.

El representante de Digitalización de UGT recuerda que el trabajo a distancia requiere de cambios en la forma de operar y de dirigir al personal, por ejemplo «en los sistemas de planificación por objetivos y en el control basado en la confianza mutua», entre otros. La profesora Eva Rimbau coincide y destaca la posibilidad de avanzar en retos necesarios en estos momentos, como la digitalización de las empresas. «Es una oportunidad para que las empresas repiensen sus procesos. Que analicen ‘¿hacíamos lo correcto o las cosas se pueden hacer de otra manera?», valora. La docente insiste en abordar la medida de manera planificada, sin la improvisación que hubo en la pandemia. «Es una oportunidad, que no lo vean como ‘vamos a teletrabajar por el gas ruso'».

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