Solo faltaron los disfraces en la fiesta del Orgullo Friki en el CongresoIñigo Sáenz de Ugarteel mayo 25, 2022 a las 8:09 pm

El miércoles era el Día del Orgullo Friki y, aunque no estaba anunciado, el Congreso se unió a la fiesta de la forma ruidosa y gamberra que le caracteriza. La sesión de control acabó con medio grupo parlamentario del Partido Popular levantado de sus asientos y profiriendo unas cuantas invectivas contra Irene Montero después de la intervención de Ione Belarra. «¿Dónde se creen que están?», preguntó la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, con el tono serio que emplea en estos casos y que nunca sirve para domeñar a las fieras. Por qué lo pregunta si está claro. En el Congreso, en la sede de la soberanía nacional, el lugar en que la gente aúlla y ruge como si fuera un programa de National Geographic.

A 24 horas del pleno del jueves en el que comparecerá Pedro Sánchez para hablar del espionaje con Pegasus, la sesión de control sin el presidente en el hemiciclo era como un ensayo con público. Hubo situaciones propias del frikismo y la adicción a la fantasía más desconectada de la realidad. Una diputada del Partido Popular reprochó al Gobierno que no está haciendo lo suficiente para ayudar a 1,5 millones de personas que están en situación de pobreza alimentaria. Hasta la aprobación del ingreso mínimo vital, que no es que haya solucionado el problema, los gobiernos autonómicos del PP habían dedicado ayudas ínfimas a las personas que están bajo el umbral de la pobreza. Ahora se dan ínfulas de ser expertos en el tema.

Fue más imaginativo Víctor Píriz, del PP, que preguntó a la ministra de Hacienda por la situación de la deuda y el déficit presupuestario. Se le notaba preocupado por la «consolidación fiscal» –léase recortes– que ha pedido el Banco de España. Después pidió también una bajada de impuestos, que se ha convertido en eje de las reclamaciones del PP, y el frikismo se apoderó de su mensaje. Como el tipo algo pasado de peso que se enfunda un traje elástico de superhéroe que pone en evidencia el consumo excesivo de hamburguesas, Píriz se mostraba horrorizado por el aumento de la deuda y planteaba como alternativa la reducción de ingresos fiscales, con lo que ya podemos imaginar qué pasará con el déficit.

No se alarmen. Habló de reducir «el gasto público improductivo», como por ejemplo los 1.200 asesores que dice que tiene el Gobierno, «incluidas niñeras», que ya se sabe que forman uno de los grupos más nutridos de la Administración del Estado. El chascarrillo friki del remedio milagroso para bajar una deuda del 118% del PIB no podía faltar. Seguro que en Bruselas lo consideran un debate económico de altura. 

En su última ofensiva españolista para no desaparecer, Ciudadanos aportó otro elemento friki. El diputado Guillermo Díaz hizo una pregunta sobre financiación autonómica con la intención de cargar contra los nacionalistas. Lo hizo con un par de frases que reventaron los medidores de la escala nacionalista: «Ni Andalucía, ni Cataluña ni Euskadi son naciones. Son comunidades autónomas de la mejor nación del mundo, que es España». Olé y olé. Por la tortilla, los toros y la paella. No hay nada como España en todo el planeta ni probablemente en las galaxias más lejanas.

Se desconoce de dónde sacó Díaz ese ranking que encabeza España. En Eurostat no aparece por ningún lado.

El friki que ve el mundo como solo él puede verlo tuvo otro digno representante en José Ignacio Echániz, del PP. Preguntó a la ministra de Sanidad por las listas de espera, con 706.000 personas en toda España para las operaciones quirúrgicas. Su gestión es competencia de los gobiernos autonómicos, pero Echániz argumentó que «el problema es de todo el sistema nacional de salud». Traducción del idioma friki al castellano: quiere que el Gobierno central envíe más dinero a las CCAA en las que su partido pretende bajar los impuestos con los que se supone que financian su sanidad pública.

Los diputados socialistas estaban más revueltos de lo habitual. Habitualmente, siguen los debates como si fueran espectadores del festival de Cannes y dejan el bullicio a la bancada del PP. Este miércoles, también ellos tenían ganas de gritar «¡mentira!». Al igual que otros ministros, Nadia Calviño acusó a la oposición de no ayudar en nada al Gobierno –un concepto siempre discutible, ya que la función de la oposición es oponerse– y así no tener que mencionar los consejos de costumbre del Banco de España. Lo que sí hizo fue sacar a colación la matanza del colegio de Texas con la intención de recordar una propuesta de Santiago Abascal, hecha en 2019 y de la que se olvidó muy rápido, para extender el uso de armas en España. Fue un momento friki ver a la tecnócrata Calviño disfrazada de parlamentaria sacando codos.

Otro argumento socialista fue atacar una y otra vez al PP por su previsible pacto con Vox en Andalucía, lo que denota que no tienen muchas esperanzas en que las urnas vayan a poner por delante a su candidato. El recurso de la denuncia del matrimonio de la derecha y la extrema derecha no funcionó muy bien en las elecciones de Madrid y ahora está por ver que lo haga en las andaluzas.

El cierre de la sesión de control ofreció el momento de los aullidos. Ione Belarra defendió las iniciativas con las que el Gobierno intenta amortiguar los efectos de la crisis en los más necesitados con una frase final que soliviantó a los populares. «¿Sabe cuál es la cuestión central de la desigualdad y creo que ahí no vamos a estar de acuerdo? Que para que mucha gente viva un poquito mejor en España, los defraudadores de Hacienda, también los que participan en regatas en Galicia, tienen que pagar lo que les corresponde en España».

Allá fueron los del PP empeñados en la defensa del honor, con perdón, de Juan Carlos, el de la donación de 65 millones a Corinna. Irene Montero, que ya estaba saliendo del hemiciclo, se giró para soltarles algunas cosas. En ese lado del banco azul se oye todo lo que dicen los diputados de la oposición y acaban con la cabeza como un bombo. Nueva ronda de furia de los del PP y por momentos parecía que se iba a producir una invasión del campo.

El pleno vivió el momento de la despedida de Macarena Olona, con cambio de camiseta incluido. Primero, lleva una con el rostro de un torero y luego otra con un Piolín cabreado (el personaje de dibujos animados, no los policías del 1-O). En un sentido delirante, no ha habido en la Cámara nadie más friki que la diputada de Vox. Ella se monta unas películas jurídicas que existen fundamentalmente en su cabeza, aderezadas por amenazas veladas de que todas las leyes que apruebe el Congreso serán anuladas por los tribunales gracias a su intervención personal.

Vive en un mundo de fantasía en el que solo ella defiende a España y lo demuestra de forma histriónica para alborozo de la chavalada ultra. No se puede decir literalmente que sobreactúe, porque no hay cambios en su estilo. Siempre es el mismo.

Y además con ella no faltan los disfraces. Ahora se ha disfrazado de andaluza y hasta se ha inventado un empadronamiento inexistente en la casa de un compañero de partido. Se presentó en el pleno como «Macarena de Salobreña» y así poder burlarse de todos los inocentes que creen que consignar un domicilio falso en un certificado de empadronamiento podría ser falsedad en documento público. Y dejar claro que las normas están para reírse de ellas si no te convienen. En la mente de Olona, es el mensaje perfecto con el que presentarse como candidata a presidir un Gobierno autonómico.

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