Milagro es el municipio navarro de cerca de 3.500 habitantes en el que Santos Cerdán (Pamplona, 1969) dio sus primeros pasos en política como concejal durante algo más de una década; pero es también la palabra que casi define su supervivencia en el núcleo duro de Pedro Sánchez. Primero cayeron Carmen Calvo y José Luis Ábalos, luego le llegó el turno a Adriana Lastra. Los sanchistas han ido desapareciendo de la primera línea, aunque algunos de aquellos que recorrieron España defendiéndole en las primarias frente al aparato están desperdigados ahora en distintas instituciones con altas remuneraciones. Pero Cerdán se mantiene como secretario de Organización del PSOE, puesto en el que sucedió a Ábalos hace justo un año.
Sánchez ha decidido mantener a Cerdán (si es que en algún momento tuvo dudas, como creen algunos dirigentes) ante la pugna desatada por la exvicesecretaria general. Será el único rostro reconocido del denominado sanchismo en la enésima vuelta de tuerca que le ha dado el presidente al organigrama, esta vez para centralizar el poder entre Moncloa y Ferraz. En ese sanedrín está también el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, que estuvo con Sánchez en aquella batalla aunque sin ningún peso orgánico y con un perfil más bajo. Los demás son Patxi López, que rivalizó en el cuerpo a cuerpo con el hoy presidente; Pilar Alegría, que fue la portavoz de la candidatura de Susana Díaz; Óscar López, que optó por el dirigente vasco; Isabel Rodríguez, que se mantuvo fiel a Emiliano García-Page; María Jesús Montero, que de aquella era susanista; y Miquel Iceta, que optó por la neutralidad como primer secretario del PSC, pese a tener preferencias.
Parco en palabras pero directo en el mensaje, conoció a Sánchez cuando él era secretario de Organización del Partido Socialista de Navarra (PSN) y el hoy presidente del Gobierno uno de los conocidos como “chicos de [José] Blanco” en Ferraz. Pero su relación se tejió después del dramático Comité Federal del 1 de octubre de 2016 en el que Sánchez perdió la batalla frente a los barones. Aquella misma noche, Cerdán volvió en coche a Navarra junto a la hoy presidenta foral, María Chivite, para dejar atrás cuanto antes aquella bochornosa reunión del máximo órgano entre congresos del PSOE. Llegaron a las cuatro de la madrugada. Semanas después, cuando empezó a gestarse la candidatura del caído secretario general, entró a formar parte de su equipo estrecho de colaboradores.
Cerdán se hizo cargo, junto al sevillano Paco Salazar –destinado ahora en el hipódromo tras haber sido la mano derecha de Iván Redondo en el gabinete de Moncloa–, de la infraestructura de la candidatura y de la recogida de los avales. No era su primera experiencia en ese papel a nivel nacional porque fue el encargado de recopilar las firmas en norte para Carme Chacón en su pelea frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, pero en esta ocasión tuvo más éxito. Fue él quien se encargó de entregar las 57.369 rúbricas de militantes para Sánchez. Llegó exultante a Ferraz en un taxi cargado de cajas. El rostro del equipo de Susana Díaz, que pretendía arrasar en ese primer test, cambió de sopetón. Todos sabían que aquello marcaba la victoria del descabalgado líder socialista que estaba recorriendo España aupado por el “no es no” a Mariano Rajoy.
El navarro clavó los resultados de aquellas primarias. “Os dije que iba a ganar en todos los territorios, excepto en Andalucía y Euskadi, y no me creísteis”, reprochaba después con cierto tono irónico Sánchez a los periodistas que habitualmente cubren la información del partido. Efectivamente, nadie pensó que Sánchez iba a vencer a Susana Díaz y Patxi López en todas las federaciones, a excepción de las suyas, con todo en contra. Cerdán había hecho los cálculos y no tuvo ninguna duda. “Hay compañeros que tienen miedo a avalar a Pedro Sánchez porque sus aparatos les están presionando”, dijo en aquella época en una entrevista en elDiario.es. Desde entonces ha vuelto a repetir el acierto en sus cálculos en peleas internas del partido, como las primarias entre Juan Espadas y Susana Díaz.
Hasta que llegó a Madrid para formar parte de la cúpula del PSOE como secretario de Coordinación Territorial (en la práctica número dos de Ábalos), la vida política de Cerdán se había circunscrito a Navarra, un territorio pequeño y de poco peso para el partido. Primero fue concejal en su pueblo y presidente de la Mancomunidad de la Ribera Alta hasta que fue elegido secretario de Organización y, tras las elecciones autonómicas de 2015, también portavoz en el Parlamento foral. Poco antes se produjo uno de los momentos más tristes que recuerda en la política: cuando la dirección de Rubalcaba impidió a los socialistas navarros que entonces pilotaba Roberto Jiménez impulsar una moción de censura contra Yolanda Barcina.
Se resarció cinco años más tarde cuando María Chivite fue investida presidenta gracias a la abstención de EH Bildu. “Aquello supuso una grave crisis de confianza”, recuerda alguien que entonces estaba en la primera línea y que asegura que Sánchez no estaba de acuerdo con aquella maniobra: “Antepuso sus intereses en Navarra”. Cerdán era de los que defendía que había que quitarse los complejos a la hora de apoyarse en la izquierda abertzale, de la que durante mucho tiempo fue de los pocos interlocutores que tenía Sánchez. Sostiene que a él no le van a dar “lecciones” sobre ETA. En los ‘años de plomo’, fue de los dirigentes que tuvo que llevar escolta y revisar el bajo del coche.
Con quien tiene sintonía es con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar. Fueron esos lazos los que le hicieron tener un papel determinante en las conversaciones con el PNV para la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa. El apoyo de los nacionalistas vascos fue fundamental. “Es un hombre de partido, modesto, listo, dialogante y un interlocutor fiable”, dice de él un exdirigente socialista.
Aunque la derecha navarra es una de sus obsesiones, mantiene una buena relación con el presidente de UPN, Javier Esparza. A pesar de la distancia ideológica que los separa, Cerdán fue la bisagra para los contactos del Gobierno con Esparza para que sus dos diputados apoyaran la reforma laboral. Pero la traición de Carlos Adanero y Sergio Sayas a su jefe de filas casi acaba con la medida estrella de la coalición, que se salvó gracias al error de un diputado del PP. Una situación similar a la que se dio con la moción de censura en Murcia, que fue una jugada de Sánchez ejecutada por el hoy ministro de Presidencia, Félix Bolaños, en la negociación con Ciudadanos y por Ábalos y Cerdán en la interlocución con el PSOE que acabó frustrada por cuatro tránsfugas del partido de Inés Arrimadas y que desencadenó la convocatoria de las elecciones madrileñas en las que arrasó Isabel Díaz Ayuso. Por ambas operaciones se les ha señalado en medio de la batalla soterrada del partido.
Cerdán no es de los que tiene foco mediático en buena medida porque no es un orador brillante y también por una cuestión de imagen, según reconocen varios interlocutores socialistas. “Es el único secretario de Organización que no tiene proyección pública”, expresa una de las fuentes consultadas. “En política no solo tiene que haber estrellas –dice en su defensa un dirigente territorial que es, además, su amigo–. Es como en un equipo de fútbol: tan importante es el delantero que mete el gol, como el que reparte el balón o el que rompe el juego del rival. Santos está para coordinar y ayudar a las federaciones”. Su trabajo es gris y consiste en solucionar problemas si puede antes de que salgan a la luz.
“No hay quejas de los territorios. Ni los que son afines ni los que no lo son tanto”, expresaba hace tiempo un buen conocedor de la fontanería socialista sobre el apaciguamiento del partido, que, no obstante, es cada vez más cesarista. “A nosotros siempre nos echa una mano”, dice un secretario de Organización de una de esas federaciones más alejadas del PSOE de Sánchez. El gran ejemplo es el del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, convertido en uno de los críticos con Ferraz: “Santos nunca ha dejado de coger el teléfono [dijo en el discurso del congreso regional]. Si le decimos a un compañero del partido que pinte un militante, os sale alguien como Santos”.
Cerdán es militante del PSOE de los de toda la vida. Su abuelo fue secretario general del PSOE de su localidad en 1936, justo cuando estalló la guerra civil, y su padre uno de los cinco fundadores de la agrupación de Milagro. Es, como lo define una persona que le conoce bien, “un socialista clásico” que se sumó al sanchismo y que se ha convertido en uno de los pocos supervivientes de aquel momento.
Sé el primero en comentar en «Santos Cerdán, la calculadora del PSOE que sobrevive al fin del sanchismoIrene Castroel julio 23, 2022 a las 8:44 pm»