Una buena dosis de euforia para Sánchez antes de que llegue el crudo inviernoIñigo Sáenz de Ugarteel julio 15, 2022 a las 9:00 pm

Siempre es más satisfactorio cuando son tus enemigos los que admiten que has ganado. Eso resta cualquier duda al desenlace. Hace una semana, los titulares escarbaban en las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos ante el debate del estado de la nación. Imaginaban a Pedro Sánchez entrando al Congreso subido a un tanque y prometiendo un gran aumento del gasto militar mientras los diputados de UP cantaban ‘We shall overcome’ y enarbolaban las banderas del pacifismo. Los del PP se estirarían en sus escaños contemplando una batalla cruenta. «A este Gobierno le falta alma», había dicho Yolanda Díaz unos días antes. «Y a veces nos faltan medidas felices».

Sánchez tenía preparadas altas dosis de felicidad para su discurso, que incluía impuestos especiales a eléctricas, petroleras y bancos. Los sacrificios ya no estarán reservados a los consumidores. Alberto Núñez Feijóo se quedó perplejo y esperó 48 horas para dar una respuesta por mucho que estuviera claro que iba a ser negativa. Ione Belarra e Irene Montero no necesitaron tanto tiempo. Se levantaron, como los demás miembros del Gobierno, para aplaudir las medidas anunciadas. Se las veía muy contentas.

«Hoy el Gobierno empieza a reorientar el rumbo, como habíamos pedido en las últimas semanas», dijo después la secretaria general de Podemos. Los diputados socialistas estaban eufóricos con el discurso del presidente.

Feijóo se rindió el viernes a la evidencia. Reconoció que el debate «había reforzado la coalición de gobierno». También dijo que las familias no iban a salir beneficiadas: «Ya se sabe que las empresas trasladan los impuestos a los clientes». Si eso es todo lo que tiene contra el Gobierno, no es mucho. El Ministerio de Hacienda ha dicho que la ley pendiente de aprobar prohibirá que las compañías repercutan el aumento fiscal en sus precios.

La brigada mediática también concedió indirectamente a Sánchez el título de vencedor del debate. En primer lugar, no se atrevió a montar esas encuestas digitales de nulo valor sociológico para preguntar a sus lectores quién había ganado. Con el discurso de Cuca Gamarra, no tenía a un candidato potente en la lid. Después, intentó aparentar que el PP había dado muestras de moderación con su decisión de abstenerse en la ratificación del decreto anticrisis. Es más, algunos medios lo consideraron esencial cuando no lo había sido.

«El Gobierno logra un balón de oxígeno con la abstención gracias al apoyo del PP» (en la votación), destacó en portada La Razón con un titular de construcción un tanto confusa o sencillamente falsa, porque el PP no apoyó el decreto. «El PP facilita con su abstención la convalidación del segundo decreto anticrisis», escribieron en El Mundo.

Las matemáticas no dicen eso. El decreto salió adelante con 186 votos a favor, 51 en contra y 108 abstenciones. La suma de los segundos da 159 votos. La abstención del PP no fue decisiva ni facilitó nada.

Fue más reveladora la encuesta ofrecida el viernes por El Mundo. Un 62,7% apoya los nuevos impuestos a las energéticas. Un porcentaje similar, el 61,7%, a los bancos. Los defensores de esas empresas lo van a tener complicado en el debate público sobre las medidas.

Siempre queda el recurso de la manipulación que ni siquiera se descarta cuando es grosera. En portada, el periódico tituló que «el 67% cree que los nuevos impuestos serán inútiles», porcentaje sacado de un pregunta en la que no se pulsaba la opinión sobre los impuestos, sino sobre el debate en general. Y en la versión web, la noticia ofrece nueve gráficos, pero no el de la opinión de los encuestados a cuenta de los nuevos impuestos.

El nuevo director de El Mundo lleva menos de dos meses en el puesto y ya ha demostrado cómo cocina las encuestas. Le salen un poco quemadas.

Sánchez no se complicó la vida en el debate más de lo necesario. No quiso hacer una defensa clara y detallada del futuro aumento de gasto militar. Tendría que saber en qué se invertirá ese dinero y aún no es posible. La OTAN no ha decidido qué obligaciones militares concretas tendrá cada país miembro en el incremento de la presencia militar en Europa del Este, de 40.000 a 300.000 soldados.

Lo que sí hizo fue destacar la responsabilidad de España ante otros países de la Alianza: «Si no accediéramos a la petición de polacos, alemanes y letones cuando nos piden solidaridad ante el agresor, ¿qué legitimidad tendríamos para pedir solidaridad cuando la necesitemos?». Es una defensa genérica de esos compromisos que nadie puede negar. Otra cosa será cuando se hable en detalle del presupuesto de Defensa.

En eso tan subjetivo que es la percepción de la estabilidad política de un Gobierno, Sánchez ha conseguido al menos enderezar el rumbo y despejar algunos nubarrones. Le sirve para llegar al otoño en una situación de cierta seguridad.

La reunión del viernes con Pere Aragonès no dio para mucho en público, aunque sirva para convocar otra mesa del diálogo a finales de mes. «Pueden imaginar que tenemos temas avanzados y por eso la oportunidad de concretarlos y avanzarlos», dijo la portavoz del Gobierno.

No suena muy excitante, aunque tampoco hay mucho margen para llegar a grandes acuerdos. «Mientras la ciudadanía de Catalunya no pueda decidir su futuro político en libertad, estamos lejos de resolver el conflicto político», dijo el president de la Generalitat. Las expectativas sobre un acuerdo completo siempre serán mínimas cuando las prioridades de cada lado de la mesa son irreconciliables.

El Gobierno puede apuntarse el tanto de haber conseguido que Esquerra votara a favor de tres normas fundamentales, entre las que estaba el decreto anticrisis. Desde el caso Pegasus, es dudoso considerar a ERC como socio del Gobierno. Gabriel Rufián ha elevado al máximo el tono de crítica. Por la tragedia de Melilla, hizo en el debate un discurso áspero y despectivo hacia Sánchez que molestó especialmente al presidente. Tanto es así que Rufián se acercó luego para intentar restañar las heridas.

Fue el único momento en que se vio enfurecido a Sánchez. Ahora ya puede relajarse un poco y empezar a pensar en las vacaciones. Sería bueno que las disfrutase, porque el panorama económico que viene en otoño e invierno no es de los que animan a ser optimistas. Las victorias en política nunca duran demasiado.

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