La tímida condena a Putin en América Latina, entre el comercio y los malos recuerdos de la Guerra FríaAyelén Olivael mayo 16, 2022 a las 7:40 pm

Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido han sido categóricos en su postura. También países como Canadá, Japón y Australia. Incluso los históricos neutrales: Suiza, Finlandia y Suecia. Todos ellos responsabilizan explícitamente a Vladímir Putin de la guerra en Ucrania, condenan con contundencia las masacres de civiles documentadas a manos de las tropas rusas y aplican duras sanciones económicas contra Moscú. En América Latina, donde la mayoría de gobernantes ha expresado su desacuerdo con la invasión, varios países no apoyan las sanciones contra Rusia y se encuentran algunos que incluso se opusieron a la condena simbólica de Naciones Unidas.

En la votación de la Asamblea General de la ONU el 2 de marzo, sin valor vinculante, 141 Estados repudiaron la invasión rusa a Ucrania. Cuatro acompañaron a Moscú al votar en contra del texto de condena (Bielorrusia, Corea del Norte, Siria y Eritrea). Entre los 35 que se abstuvieron, había cinco Estados latinoamericanos: Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Cuba y El Salvador.

Pero no todos los Estados tienen el mismo peso económico ni demográfico. La desaprobación a Rusia cuenta con el apoyo de los países más desarrollados, es decir los que suponen alrededor del 70% del PIB global. Sin embargo, dos tercios de la población mundial vive en países cuyos mandatarios permanecen neutrales o respaldan abiertamente a Moscú, según datos de la Unidad de Inteligencia Económica de The Economist.

Si bien no hubo coordinación diplomática en América Latina sobre qué posición tomar ante la guerra, la mayoría de los países de la región condenaron el ataque: 14 de los 18 Estados utilizaron la palabra «invasión» y denunciaron las violaciones a los derechos humanos cometidas por las tropas rusas. Pero en su mayoría no rompieron relaciones diplomáticas ni comerciales con Moscú ni tienen planeado hacerlo. Este grupo de países del llamado sur global, llamado «neutrales» o de «posición limitada», que se mueven entre la condena a Rusia y la autonomía ante las grandes potencias, se ubican principalmente en América Latina.

«Putin no debería haber invadido Ucrania. Pero no solo Putin es culpable. Estados Unidos y la Unión Europea también son culpables», dijo el expresidente de Brasil y actual candidato, Luiz Inácio Lula da Silva, a la revista Time. Las declaraciones causaron indignación en gran parte de la opinión pública europea, mientras que algunos analistas lo compararon con Bolsonaro.

Si bien el Gobierno de Brasil se abstuvo en la votación que terminó en la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, este país es el único miembro de los BRICS –el bloque de economías emergentes que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– que condenó a Moscú en la votación de las Naciones Unidas.

«Lo que muestra el caso de Brasil, tanto la posición de Bolsonaro como las declaraciones de Lula, es su intento por ganar espacios de influencia a nivel internacional. En Brasil no impera un paradigma americanista. Lo que vimos entre Trump y Bolsonaro ha sido un mimetismo personal que se rompió cuando Estados Unidos cambió de administración», dice a elDiario.es Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Rosario.

En general, en la región, Actis ve un «plegamiento» a Estados Unidos y a Occidente desde el punto de vista militar, si bien continúan las relaciones diplomáticas y comerciales con normalidad con Rusia.

Alberto Fernández, presidente de Argentina, tampoco quiso culpar abiertamente a Putin del conflicto y presentó la invasión rusa de Ucrania como un enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos en una entrevista la semana pasada en Madrid con elDiario.es.

Nicaragua, Cuba y Venezuela, igual que El Salvador y Bolivia, son fieles a Putin a diferencia del resto de la región, que, en cualquier caso, no es un bloque compacto.

«Los matices aparecieron sobre todo en el plano discursivo, pero también a la hora de votar otras resoluciones como ocurrió en el marco de la OEA, donde no hubo un voto unificado. La falta de coordinación diplomática en este sentido es evidente», dice Nicolás Creus, autor de La Disputa por le poder global, publicado por Capital Intelectual.

Muchos analistas europeos y americanos cuestionan la impasibilidad de la región. Voces expertas como Fareed Zakaria o Angela Stent se preguntan por qué no todo el mundo está realmente unido contra Rusia y consideran que Moscú puede terminar contando con el respaldo de muchos países en desarrollo una vez finalice la guerra.

La región se mantuvo al margen de las medidas económicas para cuidar su economía doméstica en países que no tienen tanto margen de maniobra como los países más desarrollados. «El caso de Brasil es interesante en este sentido, un país que importa más del 20% de los fertilizantes desde Rusia», dice Creux.

«Nosotros vemos cómo ocurre esta guerra de poderosos», dijo el presidente argentino, Alberto Fernández, a elDiario.es. «Todas esas sanciones económicas solo dañan más a la gente. Y a los países de la periferia, a los que no somos parte del mundo central, el daño es inmensamente mayor».

Rusia no es percibida como una amenaza directa para América Latina: de ahí la mayor disposición a mantenerse al margen. «En relación a la percepción de amenaza, es evidente que por una cuestión geográfica, cultural e histórica, la región tiene una percepción diferente de la de Europa sobre Rusia», dice Actis.

Además, queda el recuerdo de la Guerra Fría, un tiempo que significó una soberanía limitada para la región y que no quiere repetir. «La experiencia de América Latina y el Caribe con la Guerra Fría fue desastrosa: más autoritarismo, violaciones masivas de derechos humanos y, eventualmente, transiciones a democracias de baja intensidad», escribe Juan Tokatlian, profesor y vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, en un artículo publicado en Americas Quarterly.

La larga historia de desconfianza hacia Estados Unidos por sus políticas en la guerra fría y la distancia geográfica de los combates también han facilitado la labor de Rusia para difundir bulos sobre la guerra. Otra de las fuentes principales de la desinformación en español son los grupos antivacunas, como ha documentado el medio de verificación Maldita.es.

El medio oficial ruso RT en Español, que la Unión Europea ha vetado en su territorio desde marzo al considerar que tanto Russia Today como Sputnik son «instrumentos clave para la promoción de la agresión militar contra Ucrania y la desestabilización de los países vecinos«, sigue plenamente accesible en América Latina. Según datos de la agencia de noticias AP publicados a principios de abril, RT es el tercer sitio más compartido en Twitter con información en español sobre la invasión. El servicio en español de RT es mucho más popular que la versión en inglés; por ejemplo, tiene más de 16 millones de seguidores en su página de Facebook, casi el triple del número de su sitio en inglés.

La desinformación tiene especial impacto en países en desarrollo que sienten tener un estatus de segunda en las instituciones multilaterales donde se discuten las crisis globales. «Excepto por China, cuyo tamaño era difícil de negar, el Consejo de Seguridad de la ONU está compuesto por naciones predominantemente blancas cuya historia está ligada al gobierno imperial. ¿Dónde está la India? ¿Dónde está África? ¿Dónde está Brasil, México o Indonesia?», escribe Howard French en un artículo publicado en Foreign Policy. El Consejo de Seguridad tiene sólo cinco miembros permanentes, es decir con derecho de veto sobre las resoluciones: China, Rusia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido.

El profesor Tokatlian, el experto en Relaciones Internacionales, también cuestiona la displicencia. «Los latinoamericanos conocemos muy bien ese lenguaje paternalista que básicamente significa tendrías que adaptarte porque nosotros sabemos lo que te conviene. Los latinoamericanos no detectamos una seria voluntad de escuchar nuestras ideas y propuestas, ni de captar la diversidad, las necesidades y las transformaciones en curso que existen en la región», escribe.

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