El mundo es un invernadero que atrapa cada vez más calorRaúl Rejónel junio 9, 2022 a las 8:28 pm

Aunque el gráfico que más atención acapara desde hace meses es la curva ascendente del precio de los carburantes, al cerrarse mayo otra estadística planetaria marcó un récord: la concentración de CO2 en la atmósfera debido a las emisiones causadas por los humanos, sobre todo, a base de quemar combustibles fósiles.

La densidad de este gas de efecto invernadero en la atmósfera marcó un pico el mes pasado: 421 partes por millón (ppm) medidas por la Oficina Oceánica y Atmosférica de EEUU, la NOAA, en Mauna Loa (Hawái). Es un 50% más que en la era preindustrial. «La atmósfera se ha adentrado en un territorio inédito desde hace millones de años», analizan los científicos que chequean este indicador.

A mayor concentración, más calor queda retenido en la Tierra en lugar de huir al espacio exterior. Si se mira la media global en todo el planeta, el último dato consolidado es de marzo y llegó a 418 ppm. Justo un año antes, en marzo de 2021, la cifra era 415. El espesor de la costra se acelera desde hace años: en el siglo XXI se han añadido 47 ppm, un 12% de incremento, a un ritmo de 2,2 ppm al año. Entre 1959 y 1999 la tasa anual fue de 1,3.

«La ciencia es irrefutable: el implacable incremento del dióxido de carbono medido en Mauna Loa es un severo recordatorio de que debemos tomar pasos urgentes y serios», explicaba el jefe de la NOAA, Rick Spinard, al comprobar los registros.

Durante los meses en los que el CO2 crecía en la cima casi virgen del monte hawaiano –y en medio del ascenso del precio de los combustibles– en España aumentaba el consumo de gasolinas de automoción un 9,8% de enero a marzo y el de gasóleo para el mismo uso otro 5%. El gasóleo B de maquinaria agrícola y marítimo descendió un 24%, según los últimos datos de la Corporación de Reservas de Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES). En abril llegó la subvención estatal de 20 céntimos por litro de carburante cuyos efectos en el consumo aún no refleja la CORES.

Ese aumento en la gasolina se traduce en un incremento de 122.900 toneladas de CO2 lanzadas a la atmósfera. En el caso del gasóleo para vehículos, el aumento ha supuesto 262.900 toneladas de CO2, según los factores de cálculo del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae). La caída esos meses del gasóleo agrícola y pesquero equivalen a 344.000 toneladas de CO2.

¿421 es mucho? ¿Es poco? Al comenzar a medirse sistemáticamente este parámetro en 1958, el registro en Mauna Loa era de 316 ppm. Cuando la media global superó el umbral de los 400 ppm en 2015, supuso un shock para todos los que vigilan cómo engorda el invernadero planetario.

Años antes, ya en 2007, se había trazado como nivel de seguridad los 350 ppm. Entonces, el climatólogo de la Universidad de Cornell, James Hansen, decía que «si la Humanidad desea preservar un planeta similar al que ha desarrollado la civilización y al que la vida se ha adaptado, la evidencia científica muestra que la concentración de CO2 debe reducirse de las 385 ppm actuales a un máximo de 350 ppm». En lugar de bajar, la inundación de CO2 ha crecido.

La capa de gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera atrapó el año pasado un 49% más de calor que en 1990. La medición se hace con muestras de aire recogidas por todo el globo terráqueo lo que deja «muy poca incertidumbre» a los resultados. Cada año se lanzan unos 36.000 millones de toneladas de CO2 de los que «una buena parte» va a quedarse atrapando radiación solar «más de 1.000 años».

«Nuestras mediciones muestran que los principales gases responsables del cambio climático siguen aumentando rápidamente, a pesar de que los daños que causa se hacen cada vez más evidentes. La conclusión científica de que los humanos son la causa de este incremento es incontestable», explica el director del Laboratorio de vigilancia global de la NOAA, Ariel Stein.

Los registros han alertado sobre el acelerón que está experimentando el metano (CH4). «El incremento en 2021 ha sido el más rápido desde los años 80 del siglo XX», explican en la NOAA. Los científicos de la Oficina apuntan a que puede tener una causa en los microbios liberados desde humedales alterados por los cambios en las precipitaciones originados por la crisis climática.

Y el calor retenido, que es energía, recalienta el planeta y altera el sistema climático. En España, por ejemplo, ha exacerbado las altas temperaturas y vuelve más irregulares las precipitaciones: episodios torrenciales con periodos de sequía más recurrentes y severos. Este año, sin ir más lejos, se ha experimentado la ola de calor más temprana registrada en la historia: termómetros récord en mayo.

Una parte de todo ese calor que no atraviesa la atmósfera espesada por el CO2, el CH4 o el óxido nitroso (N20) se queda en el aire, pero gran cantidad es absorbida por los mares. Los océanos tragaron en 2021 más calor que nunca, según ha calculado este equipo internacional. Desde 2018, cada año bate el pico histórico que se marca el curso anterior.

Lo que cuentan los científicos es que, al romperse el equilibrio de energía en el sistema planetario, los primeros 2.000 metros de profundidad de los mares del mundo retuvieron 14 zetajulios más de energía (calor) que en 2020. La energía que utiliza toda la humanidad durante un año equivale, aproximadamente, a medio zetajulio.

El análisis por zonas marinas «es más relevante si cabe que el global en lo que a evaluación de riesgos para las comunidades se refiere y para la adaptación de las sociedades [a los cambios]».

«A medida que los mares se calientan, el agua se expande y sube su nivel lo que obliga a prepararse», insiste este equipo. Además, los océanos cada vez más cálidos, «supercargan el sistema climático lo que conlleva huracanes más poderosos y tormentas más lluviosas«. Lo siguiente son las inundaciones por avenidas que España conoce bien: 396 personas han fallecido por ellas desde 1995.

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