Siempre que llegamos al último día de campaña tengo la misma sensación, me parece un ambiente de verbena. El ejercicio de la democracia también genera el derecho a la relajación, las campañas son siempre duras.
Los mítines finales me recuerdan a eso. Los bares y terrazas de los alrededores se llenan de gente, entre alegrías o temores pero, en todo caso, con una cierta sensación de descanso. También es tiempo de recogida de bártulos, de melancolías –hoy me despido de ustedes, gracias por la atención a este cuaderno de campaña–. Unos se van, algunos vienen solo para esto; otros, pase lo que pase, se quedan para siempre. Nuevos horizontes, unos tendrán la gran responsabilidad de gobernar; otros, tendrán la no menos importante de oponerse, son las obligaciones de la democracia parlamentaria.
En el último día de campaña, los líderes exhaustos no se han ido a la playa. Toda una paradoja. Lo más cercano ha sido Málaga, con una de las izquierdas y una irrupción exprés de Moreno Bonilla (quizá haya inventado el mitin fijo discontinuo), cosas de los corazones partíos. Los demás han estado cerca del Guadalquivir, el río grande de los andaluces. Espero que sea una premonición.
Moreno Bonilla, en el Muelle de la Sal, Juan Espadas en el Muelle de las Delicias –una multitud socialista congregada, resalta un diario conservador capitalino–. En Triana, la extrema derecha; en la Barqueta, otra izquierda, los andalucistas en Coria del Río. Juan Marín se ha quedado cerca de un afluente del Guadalquivir, el Guadaíra. No sé si interpretar que tienen voluntad tributaria de los ríos mayores, de arrimarse al mayor caudal.
Al final, independientemente de los resultados de hoy, se respiraban aires de primarias. Entre los cálculos, quién ha dejado mejor el campo arado y sembrado. Habrá que recoger otras cosechas, municipales, autonómicas del común, las generales, tal vez antes de la cuenta.
Quizá el cambio de ciclo sea tan solo la mudá de baúles, neceseres y maletas. Cuando se cansen de Andalucía, les tocará a otros el sambenito. La tarea en la creciente levedad del periodismo político, más de chismes que otra cosa –al menos el andaluz–, será ahora cuál será el próximo partido del siglo. Qué estarán diciendo ya las encuestas en las cocinas de palacio.
Por la noche hay que dar el careto, incluidos los periodistas, analistas y sociólogos electorales prêt-à-porter. Pero esto no es como el EGM en la que todos han ganado, aquí se pierde o se gana, en escaños, primero, y luego, en alianzas.
Mientras crecen las expectativas y los temores, la gente sencilla descansa, algunos en la playa o en su casa, apenas implicada. Se juegan mucho pero no la inmediatez de futuro de algunos políticos, por eso la ciudadanía está más relajada. Entre la grey política y asimilada es otra cosa, esta noche resonará con fuerza e insistencia la mítica frase de los meritorios de «de lo mío qué», después de la resaca de la verbena. Noche también de cuchillos afilados, los fumanchú de la política siempre están al acecho. Siempre se debe algo.
Escribo esto en la jornada de reflexión, cuando no se puede pedir el voto. Ya habrán visto, los indecisos preocupan, los abstencionistas, y para eso están activos, de guardia, los sicarios mediáticos de la burla a la ley electoral. Un clásico.
Hoy ya es el día de votar, que además es el día, si ustedes quieren, de botar. Son las reglas: si quieren botar a alguien, voten. Es un ratito.
Sé el primero en comentar en «Aires de verbenaJavier Arocael junio 18, 2022 a las 6:32 pm»